Schmidt llegó a la compañía de Google en 2001, y las malas lenguas de Silicon Valley dicen que los jóvenes fundadores de la compañía (Larry Page y Sergey Brin) le contrataron sólo para contentar a las compañías de capital riesgo, que habían invertido mucho dinero en la compañía y esperaban obtener más aún sacándola a Bolsa. Pero Schmidt no es un cualquiera. Es un ingeniero de prestigio, que fue director de operaciones en Sun Microsystems y ha presidido Novell, dos compañías donde, por cierto, compitió duramente con quien también es ahora su gran enemigo, Microsoft. En Google se encarga de dirigir el día a día de un negocio que ya vale más de 145.000 millones de dólares en Bolsa.
Ha sido un año intensísimo en Google. Ha lanzado un sistema para pagar por Internet, ha puesto en marcha una iniciativa para digitalizar libros y películas, y ha firmado acuerdos con empresas de telefonía móvil y con los grandes periódicos estadounidenses para publicar sus anuncios. Y además se ha gastado 1.650 millones de dólares en comprar Youtube. Pero la hiperactividad de Google empieza a crearle enemigos. Un grupo de periódicos belgas ha demandado a la compañía por buscar entre su contenido sin su permiso, y asociaciones de derechos civiles han criticado con dureza su decisión de comulgar con la censura china y su oscurantismo a la hora de ofrecer explicaciones sobre sus actividades.